El
Felipillo nació cansado. Desde chico tuvo malas notas en la escuela por no
hacer las tareas. No es que fuera flojo, simplemente no tenía fuerzas para
completar sus trabajos de la escuela. En clases se quedaba dormido, o al menos
dormitando. Cuando los maestros lo cachaban lo despertaban con tremendos
gritos, para beneplácito de sus compañeros. Estos se morían de risa al ver la
cara de susto que ponía el Felipillo al darse cuenta que había sido sorprendido
soñando en otra realidad. Así paso su niñez y juventud, avanzando por la
escuela más por persistencia que por esfuerzo. Felipillo se sentía culpable y
quería salir de la mediocridad pero no sabía qué hacer. Es más, no sabía cuál
era su problema. Con frecuencia se preguntaba si tuviera mas energía podría llegar a ser un gran hombre. Felipillo admiraba
a Leonardo Da Vinci y soñaba con ser como el. También se emocionaba con los
astros deportivos del momento y les envidiaba sus fortunas y legiones de
admiradoras. En esos momentos el Felipillo que era muy creyente se disgustaba
con Dios y le reclamaba: ¿Porque me hiciste tan flojo? Dios nunca le contestó y
el Felipillo murió pobre y cansado de estar cansado a pesar de que solo tenía
treinta y cuatro años.